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"Nada podemos esperar sino de nosotros mismos"   SURda

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06-04-2010

 

 

 

 

El valor de las Intendencias y Alcaldías

SURda

 

 

Julio A. Louis

Hemos escrito más de una vez que el gobierno no es el poder. El gobierno es el Poder Ejecutivo: el presidente y los ministros. El régimen son las instituciones políticas temporales –electas democráticamente o no, civiles o militares- que definen la orientación política, es decir, el Poder Ejecutivo, el Poder Legislativo, las Intendencias, las Alcaldías, las Juntas Departamentales, la Corte Electoral, el Tribunal de Cuentas, los Directorios de los Entes. Por consiguiente, el gobierno es sólo una parte del régimen, por lo que se puede acceder al gobierno sin que éste controle plenamente al régimen, como sucede en diferentes grados en Uruguay, Brasil o Bolivia, por ejemplo. A su vez, el régimen es sólo parte de l Estado , que además del régimen, se compone de las instituciones permanentes: Fuerzas Armadas, Servicios de Inteligencia, Policía, Poder Judicial, Administración Pública. El Estado (globalmente) detenta el poder. Pero el gobierno no impone siempre sus enfoques en el Estado, y suele ser enfrentado por instituciones de éste. Las crisis políticas estallan cuando el régimen, o más limitadamente el gobierno, choca contra las instituciones permanentes, en cuyo caso, o se transforma el Estado (caso de Cuba en 1959) o cae el régimen (caso de Chile en 1973). En suma, el gobierno es al Estado, lo que el volante al auto: lo guía, pero si falla el motor o los neumáticos, el volante por sí solo no garantiza la marcha y su orientación. Todavía, la institucionalidad del sistema capitalista ha creado organismos que controlan, regentean o mandan sobre los Estados Nacionales, como la ONU, las instituciones financieras de créditos, la OTAN, la OMC, además de las empresas transnacionales. Es el Poder Trasnacional del capitalismo mundializado Y de acuerdo a pautas neoliberales a los Bancos Centrales -instrumentos claves para manejar la moneda nacional- se les independiza de los gobiernos, por lo cual los gobernantes suelen carecer de un estratégico instrumento.

La valoración de la estructura del poder permite aquilatar el peso relativo de cada uno de sus componentes. Sin embargo, es evidente que el mayor control del régimen importa para aplicar una política que beneficie a las clases populares. Lo que redunde en mejorar las condiciones físicas y síquicas de la población, en quebrar el individualismo mezquino, en favorecer la colectivización de experiencias, en coadyuvar a formas de propiedad social (cooperativas, empresas autogestionadas, etc.) en abrir horizontes culturales, en relacionar a los pobladores del país entre sí, y con otros de la región o del mundo, contribuye a educar, a potenciar la capacidad de convicción para conseguir soluciones en beneficio de las mayorías populares, esto es, a extender su hegemonía y a acrecentar su poder. Por lo expuesto, interesa ganar las intendencias. En las elecciones de 2006 el país se dividió en dos: ocho Intendencias quedaron dirigidas por el Frente y once por los partidos tradicionales. Con criterio democrático la legislatura anterior ha creado un escalón más próximo a la ciudadanía, el de las Alcaldías (que son 89) y de las Juntas Locales. La descentralización permite en las grandes ciudades, –y quizás más- en las pequeñas, villas y pueblos, la cercanía de los vecinos a la gestión local, facilitando la participación ciudadana, la mayor democratización, lo que no han hecho, salvo excepciones, los partidos tradicionales. La ley de descentralización –como toda ley- de por sí sola no asegura el propósito perseguido, pero crea la herramienta adecuada para lograrlo.

Mejorar la infraestructura (caminos, puentes, edificios) y la vivienda, multiplicar los comedores y las policlínicas, apoyar la producción mediana y pequeña principalmente, promover cultura (cine, teatro, música, deportes, juegos de salón, bibliotecas) a las clases y sectores populares, crear talleres para variados aprendizajes, preservar el patrimonio histórico departamental, , atender a los más desvalidos (niños, ancianos, personas de capacidades diferentes), dialogar constantemente y emprender tareas conjuntas con sindicatos y organizaciones sociales, formar a los funcionarios municipales, extender los concursos y la calidad de los servicios, todo está en juego. Que las intendencias del Frente tienen errores, carencias, debilidades, está fuera de duda y debe motivar a su corrección. Pero al lado de los acomodos constantes y el desprecio a las mayorías, rasgo generalizado de la gestión de los partidos tradicionales, media un largo trecho que la ciudadanía sabrá valorar.

El Dr. Gerardo Amaral, que busca la reelección como Intendente de Treinta y Tres –el departamento más humilde dirigido por el Frente Amplio, afirma con claridad: “Vecinas y vecinos, no somos neutrales, debemos amparar y seguir apoyando a los más humildes, lo cual no quiere decir que creamos que nuestra sociedad se construye sólo con ellos, lo que sí creemos es que no debe construirse SIN ellos, ¿o debemos seguir sembrando más rencores, más desigualdades, más pobreza como en épocas anteriores? Creo que la respuesta es bien sencilla, cuanto más inclusiva sea nuestra sociedad, cuanto más sensible y cuanto más fraternal, más posibilidades tendremos de estar construyendo un futuro de mucha más seguridad y sin lugar a dudas de mucha más justicia.”

 

 

 
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